jueves, 18 de agosto de 2011

Los griegos, nuestros amigos

Nada más fascinante que las tragedias griegas, en ellas vemos a un pueblo extraordinariamente dotado para el sufrimiento, según Nietzsche. En Ayax, es posible percibir la heroicidad, la justicia, la mesura; todos esos valores que hoy hemos desacostumbrado. Uno de los pasajes más excitantes de esta tragedia sobreviene cuando Agamenón impide enterrar el cuerpo de Ayax, tal y como sucede en Antígona; Teucro, hermano del guerrero enloquecido, se aferra a honrar el cuerpo enterrándolo debidamente. Después de una larga y emocionante disputa llega Ulises, el gran enemigo de Ayax y abogando por la honra de éste le dice majestuosamente a Agamenon para defender el entierro: "¡Fue mi enemigo, pero era un valiente!". Pues nuestros enemigos, para serlo, tienen que ser valerosos. No están en una posición de inferioridad con respecto a nosotros sino en una de igualdad. Sin embargo, un hombre valeroso nunca denigra aquello que es su par, sino que actúa con justicia respecto a éste. Ésta es, sin duda, la gran lección de Ulises. Un enemigo mezquino, que se esconde y hace fechorías a la espalda, no es digno de ser tal, por eso siempre es mejor tomar por amigos y por enemigos a aquellos que nos responderán dignamente; los contrarios a esta actitud sólo se merecen la indiferencia. 


Una nota más: siempre es muy bueno leer la literatura contemporánea pero es sumamente enriquecedor leerla en paralelo con la literatura clásica. Hay mucha literatura contemporánea que quizá simplemente no persista por su factura deficiente o por sus fines meramente comerciales. La literatura clásica, en cambio, nos seguirá hablando muchísimo tiempo, nos abre el mundo, nos permite transformarnos y salir despojados de nuestras convicciones anteriores. Leer una tragedia griega es igual de emocionante que ver en televisión cualquier programa de suspenso. Contemplar una buena obra de arte contemporáneo equivale a esa misma apertura de mundo que nos ofrece la literatura clásica. Habría que desarrollar un sentido crítico para empezar a distinguir la buena y la mala literatura por nosotros mismos; siempre es mejor formarse un criterio propio que no esté contaminado por lo que los medios de comunicación nos intentan imputar o vender. Los griegos son un gran comienzo, sobre todo, porque nos mantienen despiertos y alertas ante lo que sucede en el enrarecido exterior.