viernes, 30 de marzo de 2012

Y decidimos tomarnos un tinto en el Moheli

*Un comentario a la poética de Rodrigo Flores Sánchez (Poeta. México, D.F. 1977)

[Dedicatoria A “DESHACER EL ROSTRO NO ES NADA SENCILLO…”: Y decidimos tomarnos un tinto en el Moheli y hablamos, entre otras cosas, de las caídas de los cuerpos. Los cuerpos que revientan los contornos. Las superficies del italiano, por ejemplo: el italiano se palpa, es un cuerpo. Todos los lunes me sentaba a esperar con la mimosa y se puede decir que logramos horadar las superficies: el hueco del té, la avería de la leche. Siempre regresamos a nuestras casas con la impresión de estar equivocados: ah, la duda, siempre dijiste, el nacimiento de un contorno indistinto: la fotografía borrosa; el rostro sin existir. Quizá en aquel momento seguías escribiendo sobre cascajos… También pensé que mi cabeza estaba llena de ellos y quizá por eso simpaticé con la vez que neciamente existió el empeño por llevarse la mano de aquel maniquí en esa casa vieja que no era el Moheli; el Moheli con sus cantantes de diez minutos en mi oído; mi oído impaciente, alterado, intolerante, la fisura de entender, nunca comprendo, NO ME MOLESTA O SÍ, NECESITO EL RUIDO, estoy hasta la madre.
Y decidimos tomarnos un tinto en el Moheli y leímos juntos a Thomas Bernhard. Tarrab también lo leyó y dejamos de dormir. TAL VEZ NUNCA DORMIMOS SUFICIENTE.]

La poética de Rodrigo Flores es inquietante. Puede chocar, caer mal, repudiarse. Sus textos son extraños, de léxico y sintaxis difíciles, fragmentarios, lúdicos, irónicos. Estimado cliente plantea qué entendemos por poesía y cómo se recibe en sus minoritarios círculos de lectores. En cuanto un texto es leído cumple una función en un entorno. Hay textos que complacen porque encajan en el canon; hay otros, en cambio, que inquietan porque rompen los criterios con los que entendíamos determinado problema o tradición poética. En un libro es posible intuir ese lector modelo, siempre implícito en la página que murmura los abismos. 
En El susurro del lenguaje, Roland Barthes habla de dos tipos de escritura: los “textos legibles” y los “textos escribibles”. Los primeros corresponden a la literatura clásica, es decir, son aquellos que contienen claves precisas para leer; los segundos exigen que el lector vuelva a escribirlos a través de su mirada. En el primer caso, el ejemplo es Sarrasine de Balzac, y el segundo, Farabeuf de Salvador Elizondo. Un lector competente logra atender las exigencias de lo escrito; sin confundir las tareas que cada libro particular exige. Esta división permite que la interpretación se ajuste a las leyes del texto, pues la escritura clásica, por ejemplo, al estar constreñida por ciertas variables muy claras, nos impedirá despistarnos con todas las ideas que nos bombardean al leer. Todo ejercicio intelectual divaga buscando sus más recónditas fisuras y es ciertamente natural que así sea, pero no por ello configura un canon sobre excedido de interpretación que sólo confunde a los lectores potenciales de un libro. Se estila que podamos decir lo que nos plazca sobre determinado asunto –sobre todo aquellos que conciernen a las disciplinas humanas-; los teóricos y críticos podemos adaptar cualquier léxico a nuestra labor, pero muchas veces sólo empañamos nuestra materia de trabajo con imposturas intelectuales que simplemente nos hemos apropiado de manera superficial. Por eso, Allan Sokal y Jean Bricmont criticaron la utilización negligente de léxico científico por parte de algunos postestructuralistas. Un texto clásico no nos demanda la misma reflexión que un texto contemporáneo; cada uno obedece su ley, es un combate peculiar al cual el lector debe presentarse bien armado.
En esta tónica, la poesía de Rodrigo Flores nos exige pensar en los escritos como los textos escribibles barthesianos que exhortan a un tipo de lectura en la que nos toca volver a crear. La mirada del libro Estimado cliente es la de un animal de oficina que intenta escribir. La tónica de Flores es profundamente rabiosa, sale de las entrañas de esa visión oblicua del que necesita escribir pero que está impedido para hacerlo:

sí dormir ocho o diez
horas sí dormirlas
sí jetearlas hoy
soy el que escribe
poeta poeta sí
el que escribe
mañana vuelvo a
la oficina vuelvo
a ser sí a ser               
otro animal de oficina
hoy soy sí poeta
que escribe animal
que escribe oficinista
animal soy eso soy

“Residuos”, la segunda parte del libro, contiene poemas en prosa, cuyas frases están separadas por puntos, simulan un magnetófono, un radio mal sintonizado; son voces impersonales que enuncian una sintomatología muy peculiar. Se podría decir que toda la poesía de Flores está contaminada por esta impersonalidad sinuosa en la que hablamos todos o nadie habla. En Estimado cliente, pero también en su libro anterior Baterías, los párrafos orquestan diversos asuntos: el capital, la mercancía, la violencia. Flores explota el lugar común junto a reflexiones más profundas, dichas parcialmente, de manera desviada:

 .come sabroso y fresco en el hospital de gineco obstetricia
luis castelazo ayala. .en caso de ingestión no se provoque
el vómito. .¿solicitar atención médica de inmediato?
.come natural. .hemos visto hasta camiones tirando cascajo.
.vive natural. .escucharon varias detonaciones de arma
de fuego. .sé natural. .un incendio en un colegio causó la
muerte a 87 niños.

Siempre se reitera que la voz de un poeta es algo sustantivo en lo que respecta a una obra; en el caso de Flores hay que decir que los registros son variados, que su voz es impersonal; evoca más bien una ausencia. Como sucede en la novela con el registro polifónico, en la poesía también es viable la incorporación de numerosas voces que hablan de una colectividad. Es la forma en la que se expresa la vida contemporánea con su incesante ritmo publicitario, con su carácter aglutinador y desconcertante, una ausencia siempre presente:

la operación de rescate ha durado unas tres horas y ha sido una de las
más difíciles llevadas a cabo por el narrador y personaje
central que quedó atrapado en el fuselaje del helicóptero.
.cada capítulo está dedicado a la sabiduría de la vida en
un mundo tan descreído como el nuestro. .útil para mujeres
jóvenes y hombres de todas las edades.

La apuesta de Estimado cliente, más que una suerte de denuncia es, más bien, una forma de encarnar todas las imágenes y voces, aparentemente triviales, que nos rodean con su paciencia irónica, siempre desapercibidas para el ojo y el escucha desatento. ¿Dónde está entonces la poesía si el libro parece ser una suerte de recopilación de gritos y susurros que se agolpan en el espacio del poema?

.sonetos. .bien. .verso libre. .bien. .¿y poesía? .la ordeño.
.¿y los vaqueros? .tal vez necesitas esperarlos en flor de
loto y evocar una vaca. .porque las palabras sólo están
hechas para decirse a sí mismas. .para decir lo decible.
.es decir. .todo excepto lo que nos gobierna o hace vivir
o concierne o somos.


            La poesía, parece aventurar Flores, está hecha para decirse a sí misma; precisamente, como Mallarmé indicaba, para convertir lo habitual en esencial; la palabra literaria que hace de lo ordinario, algo extraordinario. Podríamos decir que Estimado cliente logra el precepto de Mallarmé a medias porque como todo libro en busca de su registro afincado, todavía es incipiente en su forma y las ideas sobre la poesía misma aún pueden cuajar con el paso del tiempo, sobre todo, en lo que a la reflexión le falte descubrir. Es ciertamente complejo escribir sobre los fenómenos sociales contemporáneos, quizá porque la proximidad siempre empaña el juicio. En este sentido, la misión del mensaje poético en el contexto de la violencia, de la publicidad, todavía no es lo suficientemente claro:

.no creo en esto que digo. .¿pero si en esto no creo por
qué lo digo? .por decir algo. .algo que claudique. .algo
mínimo para silenciarme. .el que escribe cree en lo que
dice. .no. .el que escribe desea creer en lo que escribe. .tal
vez. .el que escribe desea callarse. .merolico inconstante.
.merolico ausente. .porque detrás de esto no hay voz


             ¿Cómo aprehender una realidad profundamente cambiante y cómo lograr armonizar la escritura con la multiplicidad de imágenes que bombardean nuestro contexto histórico? Estimado cliente encuentra un punto de fuga cuando la ironía cimenta el discurso crítico. Y, gracias a este recurso, se nos hacen vívidos los presupuestos planteados por la reflexión. El poemario de Flores es un libro sobre el producto, la información, el capital y una cadena de miradas que expulsan esta sintomatología social para exorcizarla. Un libro, por ello, netamente urbano, que aparta el sentir de las minorías para apostar por el análisis del pensamiento dominante: el de las sociedades postindustriales y sus problemas. De ahí que las fuentes y la intertextualidad sean otros elementos que permitan dilucidar su apuesta poética, es notorio que el autor ha retomado toda una serie de pensadores de la segunda mitad del siglo XX. Se leen en él, el pensamiento postestructuralista, la experimentación vanguardista que cristalizó en múltiples poetas hispanoamericanos, la comunión entre la información publicitaria actual y todas las reflexiones teóricas sobre el presente: Gilles Deleuze, Jean Baudrillard, el mismo Pierre Bourdieu, laten como parte de esos hipotextos que nutren la reflexión.
Si algo nos queda claro es que la poesía puede incorporar numerosas herramientas a su acervo y que, incluso así, dialoga con la tradición a la que se adscribe aunque se contraponga a ella. Si el resultado de Flores es apresurado o no, es una cuestión que le compete al lector futuro. La poesía de Flores puede chocar contra un lector rígido porque es un libro directo, incómodo, pero sugerente. Hay que decir también que su trabajo se inserta en una generación de poetas (Alejandro Tarrab, Jorge Solís Arenazas, Alejandro Albarrán) que más que experimentar (experimentar es un término erróneo cuando nos referimos a la literatura), plasma sus hallazgos mediante otros recursos que no son los referentes de la poesía tradicional. Invocar el malentendido y sobado término de la originalidad sería una manera simplista de calificar un libro; diré, en cambio, que Estimado cliente intenta reflejar una multiplicidad; la de nuestro presente.