Director: KANETO SHINDO (1912)
Kuroneko:
el grito del sexo es una historia de terror que trata sobre dos mujeres
convertidas en fantasmas vengativos que fueron violadas y atacadas por una
tropa de samuráis. Intensa y profunda, explora los senderos del terror pero nos
transporta a un imaginario propio de la cultura japonesa.
Es
notable que muchos elementos plásticos que Shindo utiliza han sido recogidos
por muchas películas orientales contemporáneas de terror y violencia; lo que
conocemos como Tartan asian extreme
movies, por ejemplo, Poseídos, Phone,
The eye, La peluca, La maldición, El aro, etc.
Lejos
de hacer un recuento argumental de la misma, me interesa meditar en torno a dichos
elementos. En principio, cabría señalar que, a diferencia de las películas
citadas anteriormente, películas que cualquier espectador sólo ve por simple y
llano divertimento, en Kuroneko…, la
trama nos envuelve en un panorama más profundo que engloba temas más cercanos a
ciertos valores de la cultura japonesa cerrada al mundo occidental -hasta 1939-, y cifrada en lo que nosotros, vagamente, conocemos como la tradición de los
samuráis. Dentro de ésta, encontramos elementos importantes como el debate
moral cifrado en la postura 'honrosa’ del guerrero que debe respetar su estatus
antes que a su propia familia (el personaje debe decidir si mata a estos
fantasmas –que son su madre y su esposa-, o si debe cumplir con su deber
primordial, a saber, el de un samurai). De ahí que el nombre de la película ya
nos indique esa primera debacle argumental: ¿el samurai debe sacrificar su
instinto o deseo sexual por su condición guerrera? Así sucede en la película,
donde el guerrero, intacto, ataca y sacrifica su estadía con las mujeres para
continuar ocupando esa postura ‘privilegiada’ –en esa etapa del Japón, los
samuráis eran la clase social más encumbrada y poderosa.
Por
otro lado, y en algo que denominaría como ‘la figura de la bestia’, tópico
recogido por las películas asiáticas contemporáneas;
Kuroneko… ya nos ofrece esa caracterización tan particular de los personajes que adquiere total relevancia como aspecto constitutivo de la imagen-acción, en colindancia estrecha, además, con el film à costume: una figura femenina o andrógina con el pelo
muy largo y negro, cuyos movimientos lentos y afectados producen determinadas sensaciones en los espectadores; aquí los primeros planos de esos rostros
terribles y misteriosos atacan no sólo al personaje ‘positivo’ de la historia,
sino al espectador que las espía y las encarna debido a la cercanía de la imagen. La
construcción de Shindo, en este sentido, fue acertada, visionaria y simbólica pues ideó que las mujeres, espíritus
oscuros, fueran poseídas por un gato. Animal que, además, mantiene la trama en
tensión, con constantes maullidos que generan un espectro audiovisual muy particular a lo largo de la trama -ya se atisban los
primeros esfuerzos por hacer del audio un medio poderoso de tensión dramática, tal y como sucede en las películas orientales de terror actual. Tampoco se puede obviar el simbolismo del gato que, en este caso, aparece como el correlato de la feminidad y evoca el misterio de estos espectros ambiguos dentro de la trama.
Las pulsiones sexuales de los
personajes, cifradas a través de la temática de la venganza y aunadas a ciertos
símbolos como el bambú, el viento, el camino, el aislamiento, la guerra, etc.,
son algunos de los tópicos centrales de la película. Todo ello, bajo una
estética simbólica y con tintes oníricos, construida mediante juegos de
claroscuros. Aunque la fotografía no es espectacular es un elemento apreciable
que habría que observar bajo el presupuesto de los símbolos utilizados por la
trama. Pero quizá lo que más habría que apreciar es que el terror no es efectista, sino que responde a una serie de acumulaciones simbólicas que construyen una película de terror sumamente intensa porque trata más de lo humano que de lo inhumano; más de lo 'real' y del hombre, que de las ficciones que cumplen con la distracción de los sujetos un par de horas y después se pierden para siempre en los laberintos del olvido de lo que, al final, no nos puede asustar porque no existe.
*Este texto es una remasterización. Lo había escrito hace algún tiempo para mi antiguo y desaparecido blog titulado: Cuadernos cinéticos en el que escribía semanalmente, con muchísimo placer, sobre cine y otras artes del movimiento. Eran apuntes destartalados e impresionistas, pero era hermoso escribir sobre la afiebrada circulación. Algún día rehabilitaré aquel espacio... O juntaré todo en uno solo o lo borraré todo de nuevo... Después de todo, somos cambio, tachadura y todo puede volver o simplemente olvidarse.
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